miércoles, 8 de diciembre de 2010

No siempre es lo mismo: De días de la Madre y videojuegos

A todos los que visitamos esta página nos gusta jugar, ¡nos apasiona jugar! Nos reconfortaría poder compartir nuestra afición con nuestro entorno, que nos comprendieran e incluso se sentaran a jugar con nosotros en algunas ocasiones, compartir con alguien a quien queremos profundamente aquella actividad que nos activa y nos emociona, es la más grande recompensa en las relaciones humanas que establecemos a diario, bien sea ese partido de fútbol que te sientas a ver rodeado de amigos, esa carrera de fórmula 1 que disfrutáis en familia o ese libro que pasa por las manos de toda la familia y que os hace sentaros a la mesa a compartir sensaciones.
Pero en la realidad más cercana, la persona amante de los videojuegos está repleta de estigmas y de profunda incomprensión. Incluso en los círculos más próximos a su persona uno puede observar por el rabillo del ojo esa cara amarga que refleja: "Ya está otra vez con los jueguecitos".
La historia que os quiero contar es una historia de encuentro en el día de la madre, una historia de incomprensión tornada en un beso de agradecimiento en la mejilla. Trata sobre un hijo y su madre, sobre una madre incomprensiva y un hijo amante de los videojuegos, y la historia que vengo a contaros comienza así.


Sentado estoy ante mi pantalla con el ordenador ronroneando cargas en mis oídos cuando de repente escucho un ruido proveniente de la puerta de la estancia en la que me encuentro, la cabeza tarda unos segundos en reaccionar a la intromisión, hasta que no se acabe la línea de texto y pueda elegir cuál será mi futuro me niego a volver a la realidad tangible.
Cuando por fin la llamada de la moral me activa, giro la cabeza para ver quién se encuentra a mi lado en busca de acortar una conversación que me haga seguir soñando con píxeles, viviendo junto a ellos.  Inesperadamente la cara de mi madre se aposenta junto a la mía en la búsqueda del efímero afecto de un beso en la mejilla. Entorna los ojos, se le notan rojos por algún esfuerzo que no quiero llegar a comprender, quizás por mantener la mirada demasiado tiempo en algo, en la televisión posiblemente. Sin embargo sus ojos color wengué se calvan en la pantalla y una mueca se actualiza entre sus cejas bajando por su cara hasta las recién generadas arrugas de su barbilla.
Yo, molesto por la expresión,  en un acto de comunicación inusitado, con la mirada fija al frente sin dedicársela a ella por la desesperación mezclada por la inseguridad, con un discurso medio elaborado me lanzo a la aventura de… de… hacer comprender a un incomprensivo que necesito de comprensión ante el acto de mi mayor afición y comienzo:
- No madre, no me dediques esa tosca mirada de desaprobación, no me lo merezco. Soy tu buen hijo al que tanto quieres pero que por momentos detestas por dedicar sus ratos a una afición  a la que poco aprecio le tienes, por la que pocas veces has mostrado interés, junto a la que ninguna vez has cogido una silla en post de compartir un mando que ha pasado entre mis manos momentos mágicos.
>> Se que me arrimo demasiado tarde a la mesa a la hora de la cena, cuando vuestros platos se encuentran a una cucharada de ser  vaciados, pero has de comprender, has de intentar entender que hay personas ahí que me necesitan, personas para las cuales mis  actos suponen la gracia de un Dios sobre su destino, para los que soy una deidad sobre sus cabezas que hará de sus actos un camino a seguir en los pasos de una vida concentrada en unas pocas horas.
>> Madre, compréndeme, mi vida lineal la encuentro vacía en la monotonía del día a día que la sociedad me impone como modelo de persona aprovechable, una sociedad que sólo me difumina los límites de la diversión aceptable cuando el sábado atisba en el horizonte del rendimiento escolar y laboral. Sin embargo Ostagar no entiende de días de la semana, él necesita de mis actos en cuanto antes, las rencillas políticas dependen de que un aventurero salte sobre el plato para declinar la balanza que Libra quiso mantener demasiado tiempo en equilibrio. Geralt necesita de la compenetración con mí ser, de que mis manos sean lo suficientemente habilidosas con los hilos que manejan la letalidad de su espada contra los engendros que disfrutan de este mundo con el golpe de estado de la perversión.
>> No madre, no puedo dejarlos desamparados en manos de un futuro incierto, los míticos dragones no se merecen la persecución a la que la irracionalidad humana los somete hasta el borde de la extinción. Si aparece el último de la especie pidiéndome… susurrándome… implorándome que lo ayude a recuperar  la dignidad robada, he de empuñar mi espada a pesar de llevar gravado en mi espalda el emblema de los matadragones. No se lo merece y sólo yo puedo impartir justicia.



>> ¿No llegas a comprender madre, que si fallo ese tiro de francotirador dejaré la paz mundial en manos de un tirano que con delirios de grandeza y sin compasión que nos llevará a una guerra nuclear sin cuartel para millones de inocentes?
>> Quiero que comprendas, Madre, que si no manejo ese ratón de forma habilidosa una preciosa runner podría precipitarse sobre el vacío y la tragedia se cerniría por partida doble con una familia que, pierde una hija precipitada desde lo alto de un edificio y a la otra de desintegrarse en la cárcel injustamente. Sin ese dorado maletín relleno de información, cubierto de sudor y prisionero de una inyección de adrenalina que me hace deslizarme, saltar al vacío y enfrentarme a la opresión con la fuerza de mis piernas como vía de escape, con la potencia de mis brazos como plan B, con el uso de las armas como imperante necesidad sin ser ello del mi gusto, ni de mi personajes porque así lo siento, porque así me lo hace entender… porque soy ella.
>> Madre, me enseñan a imaginar, me enseñan a soñar, todo humano es dichoso de tener una vida propia de sus sueños nocturnos más lindos, y ahora, por medio de los videojuegos tengo la posibilidad de tomar parte y hacer realidad sueños de niño, fantasías de adulto y recuerdos de ancianos que me trasladan por el tiempo que yo desee, a lugares ideales en los que se persiguen objetivos cargados de contenido moral  ¿y he de rechazarlo por vuestra incomprensión?
>> NO
>> Se madre que en muchas ocasiones has tenido que vivir en el infierno para tenerme a mi viviendo en el cielo, pero si a algo me aferro desesperadamente es a mi afición, a emocionarme, a sentir emociones evocadas y provocadas, a materializar mis pensamientos y tomar las riendas, por fin, de Historias con h mayúscula. Me niego a dejar de lado una pasión, un amor, una definición: los videojuegos.
- ¡SI!, no afirmes así con la cabeza, sé que no existen inocentes, solamente distintos grados de culpabilidad, sin embargo siento que su sangre está en mis manos y no quiero que tiña los verdes campos de desesperación.
- No hijo mío, no venía a nada de eso, sólo quería darte las gracias por el regalo del día de la Madre,  no me hubiera imaginado jamás que la vida en la “villa misteriosa” pudiera resultarme tan emocionante, retante y adictiva. Estos ojos enrojecidos en los que antes has reparado son por ello.
Con eso me devolvió el beso en la mejilla, la sonrisa ligera de la sorpresa victoriosa se dibujó en su rostro y dándose la vuelta para provocar inteligentemente mi mutismo me deseó las buenas noches con el susurro de un recuerdo que duraría toda la vida.
Agradecimientos: Quería dar las gracias a mis compañeros Keichi (por la sugerencia del título) y a Huracan por la inestimable y continua ayuda a la hora de engendrar esos maravillosos banners. ¡gracias a ambos!


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